Leyendas Bilbainas Parte 3

- CONTRABANDISTAS DE BILBAO

Gira el misterio alrededor de la ría. Y a sus aguas vierte una nueva intriga por la curiosa desembocadurade las que les hablaré ahora. Hemos oído mil y un narraciones sobre la ley Seca en Estados Unidos, Al Capone y los mercados negros como si todo ello perteneciese a las historias de ultramar. Pero no hay que olvidar que Bilbao tuvo, a pequeña escala, su propia ley Seca a principios de 1908, mucho antes que la americana. En mitad de una grave crisis obrera en Bizkaia, y debido al aumento del impuesto sobre los vinos, los almacenes de vino bilbainos decidieron cerrar y no vender a nadie. Pronto se sumaron los taberneros, por lo que cabe imaginarse el pequeño mercado negro clandestino que se formó.

¿A qué viene este recuerdo? Algunos de ustedes conocerán el Palacio Yohn del Casco Viejo, popularmente conocido como La Bolsa y hoy reconvertido a centro cívico. Hay quienes aseguran haberlo visto con lo que su existencia habrá que darla por veraz. Al parecer el palacio Yhon cuenta con un pasadizo secreto que llega hasta la ría. Se cree que se utilizaba principalmente para el contrabando en aquellos días. En 1818, con 11 años de edad, llegó a Bilbao, Leandro Yohn que desde su condición de empleado de la ferretería de Yerschik, propuso quedarse con el negocio y así su nombre quedaría ligado al devenir histórico de este popular edificio del Casco Viejo bilbaino. El pasadizo, según cuenta, se transita en canales subterráneos y, si bien se mira, hoy en días los días de marea baja puede verse una bóveda en los muros de la ría.


-EL LLANTO DE LOS AJUSTICIADOS

Casi 300 años antes de que se levantara el primer templo, allá donde hoy reposa la iglesia de San Antón, ya existía en el mismo un almacén de mercancías, construido sobre una roca junto al vado de la Ría por el que cruzaban las caravanas cargadas con lana procedente de Castilla, así como un pequeño puerto. Reinando Felipe IV, decretó el estanco de la sal, un impuesto sobre el preciado producto, básico para la conservación de la carne y el pescado, que quedaba embargado y solo la Corona podría venderlo. Bizkaia se alzó en armas y el impuesto acabó retirándose pero la Corona ajustició a seis de los cabecillas de la revuelta. Así murieron el secretario del Señorío Martín Otxoa de Aiorabide, el licenciado Morga y Sarabia, Juan de la Puente Urtusaustegui, el escribano Juan de Larrabazter y los hermanos Juan y Domingo de Bizkaigana. La iglesia de San Antón mantiene vivo el recuerdo en una placa y hay quien asegura que en según que noches, se oyen sus lamentos. Una historia más para el Bilbao de los misterios.